"La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en el que se trata a sus animales." Mahatma Gandhi (hombre de estado y filósofo)

22 noviembre, 2005

Querida compañía de cosméticos...

Gracias a las compañías de cosméticos, industriales, militares y espaciales. Porque, gracias a ellas y a sus pruebas en animales "por mi seguridad", ahora sé nuevas cosas. Gracias a que sometieron a monos a crueles experimentos de descompresión, a que probaron armas de manera dolorosa y despiadada en caballos, a que echaron deliberadamente sustancias corrosivas en los ojos de unos conejos, y atiborraron a unas ratas con algún detergente hasta su muerte, ahora sé hasta que niveles de presión atmosférica sobreviviré en un hipotético viaje al espacio que Pedro Duque (entre otros) realizó sin problemas importantes; sé que si me atacan con ciertos tipos de armas, me mataran de manera lenta y dolorosa; si me echo desatascador de tuberías en los ojos, me escocerá la hostia, y que si me tomo una copita de Fairy, me intoxicaré. ¡¡¡Jamás se me habría ocurrido!!! Y todo esto extrapolando los resultados obtenidos en animales de distinta especie a la mía, los cuales metabolizan y reaccionan distinto a las distintas sustancias de cada experimento.

Me quedo mucho más tranquila.

14 noviembre, 2005

Un día de lluvia.

Sucedió en algún momento de aquel invierno de 2000, en el que en Galicia comenzó a llover en octubre, y no paró en cuatro meses, hasta enero. De hecho, el día que dejó de llover, salió en las noticias. Yo iba a algún sitio de mi pueblo un sábado por la mañana, compartiendo paraguas con mi hermana. Nos dispusimos a cruzar el puente sobre el río, que bajaba con furia, revuelto y sucio, y con más agua de la que había llevado nunca. Todo parecía normal: llovía, hacía frío, la gente estrenaba el quinto paraguas de la temporada, todos se deprimían a causa del clima, y todos iban en su mundo, ignorando todo lo que los circundaba. De repente, en mitad del puente, una señora angustiada y llorosa nos paró a mi hermana y a mí en busca de solidaridad y consuelo. No recuerdo que dijo exactamente, sólo recuerdo haberme asomado y ver a un gato agarrado con todas sus fuerzas a los muros que delimitan en río, gritando angustiado. De alguna manera, el gato había caido, o había sido arrastrado por las aguas desde otro punto del río, y había sido capaz de agarrarse al muro. La señora nos imploraba que salvásemos al gato, pero para nosotras era físicamente imposible. Yo, recordando las típicas anécdotas de película estadounidense, sugerí ir a pedir ayuda a los bomberos, puesto que la estación se encuentra a no más de doscientos metros del puente en el que nos encontrábamos. Nerviosas, corrimos bajo el mismo paraguas hasta el garaje del flamante camión de bomberos. Allí estaban, una docena de veinteañeros fuertotes, viendo aburridos la televisión. Les dijimos que cerca de allí, en el puente, había un gato desesperado a punto de caer al agua, y que si lo podían coger con algún artilugio telescópico (veo demasiada televisión).
-¿Un gato?-dijo uno de los que se encontraban de pie.
-Sí, un gato. Pero es que si no lo coge nadie, va a caer al río y va a morir.
-¡¿Un gato?!. Ummmm..., ¿es vuestro, al menos?-contestó.

¿"Al menos"?. Si el que estaba en el agua fuera mi gato, haría veinte minutos que esos zopencos me estarían quitando a mí del río.

-No, no es nuestro, pero es que da mucha pena porque está a punto de caer - contestamos desesperadas.
-Pssssss, pues no sé, no nos vamos a mojar por un gato.

Y a continuación dijo que lo sentía y nos marchamos resignadas. Porque ese chico no iba a mojarse con agua de lluvia por un gato.

Volvimos al puente afligidas, la señora seguía vigilando y llorando.
De repente, un coche que se acercaba a toda velocidad paró justo al lado del puente, y de él bajó un trabajador de protección civil, mucho menos joven y esbelto que los bomberos con los que acabábamos de perder el tiempo. No sé quién lo llamó ni como se enteró de lo que estaba sucediendo. Llevaba una cuerda en la mano, y sin cruzar mirada ni palabra con nosotras, lanzó la cuerda al gato en desesperado intento de que éste se agarrara a ella. Pero el gato estaba agotado, mojado y aterrorizado. Y un gato jamás se agarraría a una cuerda.

La marea subió, y el gato desapareció.

El chico de protección civil se volvió a montar en su coche, la señora bajó la cabezá y se marchó. Y nosotras dos fuimos a donde fuera que nos dirijíamos en el momento que nos encontramos con el gato. Todos los demás siguieron ignorando el acontecimiento y buscándole sentido a sus vidas, hundidas por la lluvia.

Y yo aún no soy capaz de contar esta historia sin tratar de contener las lágrimas.

02 noviembre, 2005

Condenado por nada.

No alcanzo a imaginar qué lleva a una persona a encadenar a un perro a la entrada de una casa. Porque eso de que es "para vigilar la casa" no tiene mucho sentido, puesto que un perro puede hacer eso perfectamente sin estar encadenado. Su dueño incluso, haciendo un gran esfuerzo, podría plantearse el dejarlo entrar en casa (Ah!Que injuria!Un perro dentro de una casa!). Además, exiten unos artilugios super curiosos, llamados alarmas, que cumplen con esa función, y ni siquiera hay que darles de comer.

Estas cosas apenas nos llaman la atención porque estamos acostumbrados a verlas. Pero la forma de vida de estos perros es cruel y sólo a un cacho de carne ignorante se le ocurre condenar a un perro a este suplicio. Aparte del hecho de que sus "amos" no les hacen ni caso, generalmente, les dan de comer arroz con una poca mierda, y los colocan al lado de un aborto de caseta que muchas veces no resguarda ni del frío, ni del calor y, ni de coña, de la lluvia. Pero lo más jodido es condenarlo a la soledad, el aburrimiento y el olvido. Y es que si hay un animal que necesite cariño y atenciones más que ningún otro, es un perro (incluso más que un humano).

Aquí teneis a un perro que conozco, al que fotografié yo misma, después de días oyéndole llorar por un poco de atención. Vivía suelto hasta que un paraplégico mental pasó a gran velocidad en un ciclomotor y lo atropelló. Y es que aún va ser culpa del perro que un descerebrado no sepa circular a 50 km/h por el medio de un pueblo(cuando un anormal atropella a un niño, es culpa del anormal, y cuando atropella a un perro, es culpa del perro). Y ahí está desde hace unos años, llorando cada tarde.

Imaginaos su vida por un momento. Todos los días sólo, viendo lo mismo en el mismo metro cuadrado, sin atención, sin nada que hacer, sin nada que mirar. Y cuando cae la noche más fría de enero, duerme a la intemperie. En plena tarde de Agosto, apenas tendrá una sombra en la que acostarse, eso sí, siempre encima del cemento. Y cuando lleguen los eternos días de lluvia, su única opción será pasar dentro de la caseta de cemento horas y horas sin moverse. Un perro que no auyenta los ladrones que hipotéticamente podrían entrar, no divierte a los niños y no hace compañía a nadie. Un condenado por nada. Y así serán sus días el resto de su vida.

Pues sí que tiene motivos para llorar.

Piel de gallina (se me pone a mí).

Hablemos de celebridades sin cerebro. Sé que lo de "la puta vestida de zorra" está muy visto, pero para mí, que alguien que tiene un mínimo de principios trabaje para una empresa de pieles es la mayor de las prostituciones. No concibo una avaricia de tal calibre, por lo que he de decir que quien actúa así es una soputa que se merece lo peor. Y un ejemplo de ello lo tenemos en la maravillosa Gisele Bundchen, que es muy guapa y a mí además me parecía muy gracioso lo despierta que parece y que habla varios idiomas con bastante soltura. Pero ella, que se las da de super ecologista yéndose a proteger el Amazonas con su novio el "actor"( que vale menos que un montón de mierda) va y se vende a Blackglama. Blackglama es una empresa de descerebrados anormales que hacen abrigos de pieles. Es decir, crían zorros y otro tipo animales en jaulas donde malviven, los alimentan con cuerpos de sus congéneres muertos, los matan lenta y dolorosamente para después despellejarlos cuando están incluso, a veces, vivos. Así que Gisele y otras tantas Giseles analfabetas que andais por el mundo, aquí teneis a vuestro abrigo de piel unos meses antes de ser abrigo, viviendo dentro de una jaula raquítica donde la desesperación le llevó a hacer esto. Y ahora imaginaros, inmensas hijas de puta, lo que se puede sentir teniendo la pata así, o el frío
(por no decir más cosas) que se siente cuando te acaban de arrancar la piel. Pero no creo que os dé el cerebro para tanto, porque teneis cuatro neuronas incomunicadas, y dos de ellas se dieron por vencidas cuando os metisteis la última raya.

Porque, por muy de moda que esté, no hay nada en el mundo que justifique esto ni ningún otro tipo de método de cría de animales para fabricar pieles.

Y ahora espero que tu única neurona activa en estos momentos se esfuerce para memorizar al zorrito de aquí a la derecha, para que le vuelva a la mente cuando vea alguna prenda de piel que le parezca "ideal", y sea capaz de deducir que, probablemente, esa foto sea la más suave de todas las que he encontrado.